La asociación Libertas exige que se detenga de forma inmediata la campaña de vacunación
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Después de tantos meses de locura colectiva, en el que no ha pasado ni un solo día de nuestras vidas en el que no hayamos hablado de enfermedad, de virus, de síntomas y de vacunas, ha llegado el momento de poner un poco de cordura en todo esto. Hace más de un año que la OMS declaró la pandemia en base a un supuesto virus que ha puesto el mundo del revés. China, un país que no se caracteriza precisamente por su transparencia informativa, comunica a la comunidad internacional que ha identificado el virus y ha descifrado su código genético en enero de 2020. A los dos días, aparece en los medios de comunicación el CEO de la bio-farmacéutica Moderna y anuncia que ellos ya están listos para desarrollar la vacuna en base a ese código genético, puesto que tienen la tecnología para fabricar el fragmento de ARN que hará que nuestro organismo sea capaz de ensamblar la proteína viral, la llave por donde accede a nuestras células, la famosa proteína Spike.
Nunca antes se había aplicado en humanos un medicamento de ARN mensajero.
Al introducir este código genético en nuestro cuerpo se desencadenará la producción del mismo antígeno viral, que a su vez inducirá la respuesta inmunitaria capaz de neutralizar el virus. En una carrera que comienza antes de que se haya oficializado la pandemia, la meta es tener lista la vacuna incluso antes de conocer la posible respuesta de la población ante el nuevo y desconocido patógeno, antes de que se pueda ni siquiera intuir la gravedad de las infecciones, el número de afectados, y por supuesto sin tener en consideración el tratamiento con cualquier otro fármaco que no suponga la aplicación de terapia genética en el organismo humano. Una técnica que antes del covid estaba en pañales y que no había conseguido introducir ni un solo fármaco en el mercado, a pesar de que Moderna y otros laboratorios llevaban años experimentando con animales. Por cierto con resultados desalentadores.
Una vez modificada la legislación, que antes requería plazos mucho más amplios para poder comercializar medicamentos a base de microorganismos genéticamente modificados y sin superar los tiempos establecidos en los protocolos científicos para los ensayos clínicos, la “vacuna” llega a nuestras vidas a finales de 2020. No se había cumplido ni un año desde el primer caso diagnosticado de covid, y las autoridades mundiales se asocian en una unión sin precedentes en la historia política para inocular el preparado en seis meses, por lo menos, al 70% de la población.
Las farmacéuticas están exentas de responsabilidad.
Pero nadie se hará responsable de los inevitables efectos secundarios que no cesan: cada día conocemos nuevos casos de personas que los sufren en diversos grados, desde leves síntomas como consecuencia del pinchazo hasta incluso, la muerte. Los fabricantes no van a asumir indemnización alguna a los afectados por las consecuencias no deseadas de la vacunación. Los contratos de compra de los lotes (Acuerdos de Adquisición Anticipada, APA en inglés), negociados directamente entre Unión Europea y las farmacéuticas, exoneran a los fabricantes de “toda responsabilidad derivada del uso y distribución de las vacunas que habitualmente asume dicho fabricante“. Tampoco encontrará un facultativo que le prescriba el tratamiento genético puesto que la orden viene de las altas instancias sanitarias, y son muy pocas las voces que se han atrevido a cuestionarla.
Lo más grave de todo este plan es que ahora, en España, pretenden empezar con los niños antes del próximo curso escolar. Algo que resulta realmente sospechoso cuando la incidencia en la franja de edad que va de los 0 a los 18 años es insignificante. Surgen por tanto varias preguntas:
• ¿Por qué tanta prisa en inyectar a la población una sustancia experimental sin concluir los estudios de seguridad, cuando las cifras de incidencia de la enfermedad no justifican en absoluto una vacunación masiva?
• ¿Por qué no se han centrado en proteger a la población anciana, más vulnerable y más débil desde el punto de vista sanitario?
• ¿Por qué no se ha centrado la investigación en terapias antivirales ya conocidas que se habían comenzado a revelar como eficaces para evitar el riesgo de aplicar medicamentos desconocidos hasta ahora?
• ¿Por qué no se trabajó desde un principio en un estudio a gran escala para conocer la respuesta inmunitaria de los enfermos que iban desarrollando la supuesta enfermedad COVID 19?
• ¿Por qué se propuso la vacuna genética como única solución terapéutica a una enfermedad antes incluso de que se pudiera sospechar su letalidad?
• Y sobre todo: ¿por qué quieren vacunar al segmento de población infantil cuando la incidencia de la enfermedad en esa franja de edad es irrelevante?
Muchas preguntas que no tienen respuesta, al menos desde la lógica científica. Todos los que colaboran y avalan la vacunación infantil contra el covid 19 están exponiendo a los niños a un peligro mucho mayor que la misma enfermedad y están respaldando la experimentación con seres humanos indefensos, que aún no tienen capacidad de decisión. La Humanidad está en una encrucijada y si esta campaña sigue adelante podemos poner en peligro las futuras generaciones y la supervivencia de la especie humana, puesto que las consecuencias de la vacunación son imprevisibles. Debemos defender a nuestros hijos frente a la inmensa locura en la que estamos viviendo. Recuperemos la cordura. Con este informe la Asociación Libertas pretende poner de manifiesto mediante datos objetivos avalados por la ciencia y la evidencia, el peligro que la vacunación supone para los menores. Queremos analizar los datos que nos revelan que esta campaña puede tener terribles consecuencias para su salud e interferir de manera irreversible en la fertilidad de las futuras generaciones. Los niños no están en riesgo ni son un riesgo para los demás en esta pandemia, los niños no sufren la enfermedad. LOS NIÑOS NO SE TOCAN.