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Aunque la intención fuera buena, en el momento en que la farmacia dejó de ser algo personalizado y artesanal, para convertirse en un gran negocio masivo de medicinas sintéticas, también se convirtió en un enorme peligro potencial. Tanto es así que existe una forma de muerte atribuida a los efectos secundarios de ese consumo.

Quizá su máximo exponente sea el negocio de las vacunas. Por cierto, uno de los más lucrativos, si se tienen en cuenta la magnitud de su mercado y la enorme publicidad detrás del producto.r algo personalizado y artesanal, para convertirse en un gran negocio masivo de medicinas sintéticas, también se convirtió en un enorme peligro potencial. Tanto es así que existe una forma de muerte atribuida a los efectos secundarios de ese consumo.

El peligro arranca de raíz en el consumo, como todo negocio. Lo más importante ha dejado de ser la recuperación del paciente, o la prevención, para dejar esto en un segundo plano, aunque les cueste reconocerlo. El amor al dinero es, también aquí, la raíz de todos los males, que escribiera Pablo de Tarso.

Prima el negocio sobre la salud. Esto es un hecho.

Su mayor exponente es este intento de querer vacunar a todo el mundo, bajo la amenaza de una ley, por algo llamado Covid 19, que no pasa de ser una forma de gripe. Y, además, con una vacuna totalmente experimental. Sólo que ahora los conejillos de Indias serán las mismas personas. En principio, sin garantías ni posibilidad de reclamación. O sea, negocio completo para esa gran industria que llamamos farmacia.

Pero esta vez, con el peligro de la ruleta rusa. No se sabe que va a recibir uno, ya que nunca antes se ha utilizado contra esta forma de gripe.

El planteamiento en si es realmente extraño y hasta delictivo. Es jugar a la muerte o a algo más rentable: crear enfermos dependientes por efectos secundarios, ni más ni menos que a todo ser humano sobre el planeta.

De esta forma el negocio estaría asegurado para siempre.

Esto es realmente escandaloso. Tanto como para levantar una rebelión, en toda regla, contra cualquier gobierno que intente aprobar una ley de vacunación obligatoria.

Personalmente, creo que nosotros los cristianos, junto a toda persona de bien, deberíamos encabezar una protesta masiva y declararnos en rebeldía, denunciando y llevando s los tribunales al gobierno de turno que  proponga esa ley de obligatoriedad.

Por el bien de la gente y por justicia. Las personas no somos ganado ni necesitamos traficantes que manipulen nuestra salud, reduciéndola a una cifra en la ya enorme riqueza de los promotores de esas vacunas.

Tan pronto como algún político insensato nos trate de imponer algo tan absurdo, salgamos s la calle, reunamos dinero para llevarles a los tribunales y, definitivamente, dejemos de confiar en tales elementos de corrupción masiva.

Estamos advertidos.

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